martes, 2 de agosto de 2011

LEYENDA DE LOS AMANTES DE TERUEL


El joven Diego Marcilla se enamoró de Isabel, hija de Pedro Segura, titular de una noble e influyente familia del Teruel medieval. La temprana amistad se convirtió pronto en amor. Al solicitar la mano de la muchacha, el padre de ésta le rechaza y se opone al matrimonio por la pobreza del pretendiente ya que Diego, por su condición de segundón, estaba privado de bienes y riqueza. Entonces éste pidió a la joven un plazo de cinco años para ir a probar fortuna y enriquecerse. Ella se lo concedió. Mientras tanto el padre propuso a su hija nuevo casamiento, que ella posponía alegando un voto de virginidad. Pero, viendo que no tenía noticias del enamorado y habiendo pasado ya casi cinco años, accedió a las súplicas de su padre. Isabel contrajo nupcias con el hermano del poderoso señor de Albarracín. A poco de celebrarse las bodas y el mismo día en que expiraba el plazo, volvió Marcilla rico. Al enterarse de lo ocurrido, Diego logra entrar una noche en la cámara nupcial. Oculto detrás del lecho de la recién casada le recuerda su antiguo amor y le pide un beso de recompensa, porque está a punto de morir. Ella se lo niega y el joven cae muerto de pesar al pie de la cama. Asustada, despertó a su marido y, después de contarle la historia de esos amores en nombre de otra persona, le mostró el cadáver de Marcilla. Los dos lo llevaron ocultamente hasta la puerta de sus padres. Al día siguiente se van a celebrar los funerales en la iglesia de San Pedro. Cuando Isabel ve pasar el cortejo fúnebre, siente fuerte remordimiento y decide ir a la iglesia. Poco después se acerca al féretro una mujer enlutada que se arroja sobre el cadáver de Diego muriendo seguidamente: es Isabel, que ha dado a su amado muerto el beso que le negó en vida. Los presentes, asombrados por tan extraordinarios hechos, determinaron enterrarlos juntos. Son estos acontecimientos la base de la tradición que los turolenses han transmitido secularmente de padres a hijos y, por lo tanto, la tienen por verídica.

El hallazgo de dos momias en 1555, en la Capilla de San Cosme y San Damián de la parroquia de San Pedro, contribuyó a desarrollar esta tradición ya por entonces muy arraigada. La bibliografía sobre el tema es cuantiosísima, y citaremos tan sólo las obras de Artieda, Tirso, Yagüe, Pérez de Montalbán, Hartzenbusch, Bretón y Caruana. Actualmente, en una dependencia perteneciente a la iglesia de San Pedro se encuentra eternizada en alabastro y bronce esta sugerente historia, de los amantes Isabel de Segura y Diego Marcilla, que murieron de amor sin conocer sus cuerpos más que la paz del reposo eterno.


El gran escultor Juan de Avalos supo labrar con genial maestría esta bella historia de amor. Por eso se ha convertido su artística obra en digno mausoleo que alberga y recoge los cuerpos de los Amantes. Las dos estatuas yacentes, de fría serenidad, extienden las manos, que no llegan a juntarse, como símbolo de amor eternamente puro.

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